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6º Programa de Abono del Ciclo Gran Sinfónico ROSS
Sueño de invierno |
Sueño de invierno

20/21FEB2024|20:00H

Teatro de la Maestranza |
20:00 h.
Director | Marzena Diakun

Lula Romero | Displaced para orquesta de cámara “Invierno”
Piotr. I. Chaikóvski | Sinfonía nº 1, en Sol menor, Op. 13 “Sueño de invierno”
Johannes Brahms | Doble concierto para violín, violonchelo y orquesta, en La menor, Op. 102

Violín | JAVIER COMESAÑA
Violonchelo | ISTVVÁN VÁRDAI
Directora | MARZENA DIAKUN

Sueño de invierno | Notas al programa
Sueño de invierno
Notas al programa

Una obra rigurosamente contemporánea antecede y contrasta con dos grandes obras del pasado: un doble concierto y una sinfonía, cuyos autores son claros referentes de la música sinfónica de finales del XIX, todavía muy cargada de romanticismo. Si  el invierno es símbolo del final de la vida y, para nuestro dieciochesco Menéndez Valdés,  “el tiempo de la meditación”, ambos aspectos aparecen en contraste en este programa: la última obra concertante de Brahms,  ya en “esa incesante nostalgia por las cosas que se han ido”, y la primera sinfonía un Chaikovski de veintiséis años que medita y sueña ante un paisaje inacabable.

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Lula Romero: Displaced para orquesta de cámara, “Invierno”.

Lula Romero  estudió en su ciudad, Sevilla (Composición y piano, Historia del arte) y amplió sus estudios musicales en La Haya y en Graz. Reside y trabaja en Berlín. Aparte de varios premios alemanes, en 2008 obtuvo el premio de Composición del CMMC, del Ministerio de Cultura español.

La presente obra fue un encargo del SÜDWESTERNUNDFUNK para el festival de música nueva de Donaueschinger, en el suroeste de Alemania,  fundado en 1921 y considerado el festival de música clásica contemporánea más antiguo del mundo.

La obra exige la implicación de un oyente que debe pensar en un sonido en un lugar cerrado, en su reverberación y en sus diferentes reflejos. Para su autora, “podemos concebir el sonido como una relación entre el espacio y el tiempo, entendiendo el espacio como una serie de patrones rítmicos” y así, Desplazados es “un desarrollo estético de esta idea en forma de miniatura para orquesta de cámara”.

En su intención de que se perciba el “espacio vivido” que todos experimentamos, la orquesta  hace que el oyente “tome conciencia del lugar transformándolo, magnificándolo y proyectándolo musicalmente”, en palabras de la compositora.

Johannes Brahms: Doble concierto para violín, violonchelo y orquesta, en La menor, op. 102.

Se trata de la última obra concertante de Brahms, escrita en el lago suizo de Thun en el verano  de 1887 y estrenada en octubre en Colonia, dirigida por el autor con Joachim y Hausmann como solistas.  Fue la cuarta obra concertante (tras los dos conciertos para piano y el concierto para violín). Se ha especulado con que la escritura de este concierto fue una forma de acercamiento a su amigo Joseph Joachim, solista y dedicatario del Concierto para violín, tras varios años de distanciamiento a causa de la intervención de Brahms en el divorcio del violinista. Anota Clara Schumann en su diario: “Joachim  y Brahms han hablado por fin después de mucho tiempo”.

Existían ya antecedentes famosos, como el Concierto para dos violines de Bach, la Sinfonía concertante para violín y viola de Mozart, o el Triple concierto (piano, violín, violonchelo) de Beethoven, pero Brahms consideraba el suyo como “una obra que no figura todavía en mi catálogo, pero que tampoco figura en el catálogo de otras personas”, según manifestó en una carta. La obra planteaba algunos desafíos en la relación sonora entre los solistas y en la de ambos con la orquesta, pero Brahms salió airoso del reto y nos legó un concierto de gran aliento romántico en el que son importantes los  elementos zíngaros. Como “una ópera sin palabras y con sólo dos protagonistas” lo define Malcolm Mac Donald.

Tras el concierto, Brahms pasó los últimos diez años de su vida dedicado a la música de cámara, a las obras para piano y a las canciones.

El Allegro inicial es un movimiento de gran fuerza, en el que la crítica ha señalado “la perfecta fusión de dinamismo sinfónico y ardor lírico”. Tras la introducción de la orquesta, viene una cadencia del violonchelo, seguida por el violín,  y luego los dos tocan juntos, en un desarrollo temático rico e imaginativo. El comienzo presenta una estructura bastante parecida al de su segundo concierto para piano. El tema secundario evoca un concierto violinístico de Viotti. Los dos solistas entran a continuación sucesivamente, y en el tratamiento individual se advierte la preocupación de Brahms por el equilibrio, aunque con cierta prioridad del violonchelo.  Una coda concisa pone fin al movimiento.

Sigue un Andante simple, de gran belleza, una de más logradas páginas de la madurez del músico, que evoca el universo misterioso de Alemania del norte. A su melodía noble y amplia responde la madera, con una sonoridad de órgano. El tema, de gran sencillez, se desarrolla con repeticiones adornadas. Tras las intervenciones melódicas de los solistas, reaparecen los dos temas hasta llegar a una amplia coda.

Como en el concierto para violín Op. 77, cierra la obra un Finale. Vivace ma non troppo, un rondó-sonata de un carácter vitalista y de orquestación transparente y variada. Un tema ligero y enigmático es expuesto por el violonchelo  y repetido por el violín. El segundo tema es amplio y cantabile. Tras un episodio central de marcado carácter zíngaro, los solistas alcanzan un gran virtuosismo en un ambiente de cierto humorismo rústico y de ímpetu contagioso hasta finalizar en una breve y eficaz coda.

Piotr Ilich Chaikóvski: Sinfonía nº 1, en Sol menor, op. 13. “Sueño de invierno”.

De las seis sinfonías compuestas por Chaikovski (siete, si incluimos  la sinfonía Manfred, inspirada en un poema de Lord Byron), las tres primeras representan un mundo objetivo frente al intenso mundo personal presente en las tres últimas, las de mayor intensidad y unificadas, a pesar de la distancia temporal entre ellas, por la idea del “fatum”.

Ya en las tres primeras se aprecia el manejo del colorido instrumental para la creación de atmósferas y en ellas reconocemos la vena melódica típica del compositor. La inmadurez artística queda compensada por la brillantez orquestal.

Esta es la primera sinfonía importante escrita en Rusia, pues una  de Rimsky Kórsakov, algo anterior (1865),  se caracteriza más por su habilidad técnica que por su originalidad. La ausencia de tradición sinfónica en Rusia resalta los logros de esta  sinfonía. Chaikovski la compuso entre marzo y noviembre de 1866, cuando acababa de ser nombrado profesor del conservatorio de Moscú, alentado por Nikolái Rubinstein, que le animó a intentar obras sinfónicas de mayor envergadura que sus anteriores oberturas.

Estrenada por Rubinstein, a quien estaba dedicada, en febrero de 1868, tuvo muy buena acogida. Sin embargo, Chaikóvski realizó una nueva versión en 1874, modificando los movimientos primero, segundo y cuarto. Sólo los dos primeros  llevan unos subtítulos que se refieren a la naturaleza, contemplada en los viajes entre San Petersburgo y Moscú.

Allegro tranquilo. Sueños durante un viaje de invierno.

Presenta dos temas, no muy contrastados, pues ambos comparten una atmosfera lírica. El primero, más animado, lleno de misterio y emoción; el segundo, un tema elegíaco confiado al clarinete. Tras el crescendo que concluye la exposición, el desarrollo juega con la fragmentación temática y rítmica, hasta la conclusión con la repetición de los primeros compases.

Adagio cantablile ma non tanto. Comarca lúgubre, comarca brumosa.

Se trata de un movimiento más logrado, el más bello, por su mezcla de melancolía y grandeza que evoca la inmensidad de las estepas rusas. Dentro de un lirismo típicamente nórdico, la nostalgia  se expresa mediante una canción folklórica rusa, y también se advierten ecos de su obertura La tempestad.

Scherzo- Allegro scherzando.

El movimiento tiene un tono inquieto, que, desde un arranque lleno de vitalidad,  va remansándose en un delicioso vals. Es la orquestación del scherzo de una sonata para piano, que su autor desestimó, aunque fue publicada póstumamente como su Op. 80.

Finale- Andante lúgubre- Allegro moderato.

Tras una introducción sombría, recupera varios elementos del primer movimiento, en un clima doloroso que se convierte luego en una música alegre de sabor popular. También el segundo tema pertenece al folklore. Tras la reaparición del Andante lúgubre, el desarrollo fugado demuestra un temprano dominio de esta  forma. El colorido final parece compensar lo que la crítica ha señalado como una relativa falta de originalidad, lo que convierte al movimiento en el menos conseguido de los cuatro.

Hasta el final de su vida, Chaikóvski conservó un gran afecto por esta sinfonía, como  demuestra lo que escribió a su mecenas Nadezhda von Meck en 1883: "Aunque adolece en muchos aspectos de una evidente inmadurez, sin embargo, en el final tiene más sustancia y resulta mucho más lograda que muchas de mis obres posteriores”.

Juan Lamillar