FRANZ SCHUBERT | Octeto, en Fa mayor, D.803
Violines | Alexa Farré Brandkamp y Uta Kerner
Viola | Francesco Tosco
Violonchelo | Ivana Radakovich Radovanovich
Contrabajo | Mathew James Gibbon Whillier
Clarinete | José Luis Fernández Sánchez
Fagot | Ramiro García Martín
Trompa | Joaquín Morillo Rico
Notas al programa
El Octeto es una de las obras más extensa de Schubert y establece un claro paralelismo con el Septimino de Beethoven (1800), tanto en el mismo número de partes, seis, como en la distribución instrumental, a la que añade un segundo violín. Fue un encargo del conde Ferdinand von Troyer, clarinetista aficionado, que le señaló el modelo beethoveniano. La obra a pesar de su extensión discurre con fluidez gracias al tratamiento diverso e imaginativo otorgado a los instrumentos de viento. Escrito en febrero y marzo de 1824, es contemporáneo de los cuartetos Rosamunda y La muerte y la doncella.
En 1823 a Schubert le habían diagnosticado una sífilis. Sus últimos años, con algunos periodos de remisión de la enfermedad, son de una auténtica fiebre creadora, con obras magistrales: dolor y celebración. En 1824 se siente, como afirma en una carta a su amigo Kupelwieser, “el más desdichado y el más miserable de los hombres en la Tierra”. Por eso sorprende el tono alegre de la obra, en la que destaca el Scherzo, uno de los más exultantes que escribió Schubert, de una energía contagiosa. También es notable el Adagio, como un Lied rebosante de ternura. El comienzo del último movimiento es el único momento sombrío, pero se recupera y da paso a un perpetuum mobile de gran energía y vitalidad que pone fin a la obra.