02/03OCT2024|20:00H
JOHANN SEBASTIAN BACH | Concierto de Brandenburgo nº3, en Sol mayor, BWV 1048
WOLFGANG AMADEUS MOZART | Concierto para violín y orquesta nº3, en Sol mayor, K.216
DMITRI SHOSTAKÓVICH | Sinfonía de cámara, en Do menor, Op.110ª
Concertino/Solista | Alexa Farré Brandkamp
Notas al programa
Tras la apoteosis orquestal, coral y vocal de Carmina Burana, el concierto de esta noche supone un contraste, pues nos ofrece obras de carácter camerístico, como subraya el título de la obra de Shostakóvich. Entramos en otra dimensión de la música, que prescinde de la gran orquesta sin llegar a las escuetas e intensas agrupaciones de cámara.
En esta ocasión, las obras elegidas ofrecen una muestra de tres estilos diferentes (barroco, clasicismo y música del siglo XX), representados por tres compositores esenciales en la historia de la música. Tras la reunión instrumental de Bach pasamos al predominio del solista en Mozart, mientras que el cuarteto / sinfonía de Shostakóvich / Barshai ejemplifica cómo las adaptaciones y recreaciones de una obra musical enriquecen su escucha.
Johann Sebastian Bach: Concierto de Brandenburgo nº3, en Sol mayor, BWV 1048
La denominación de Conciertos de Brandenburgo se debe a Philipp Spitta, autor de una biografía de Bach publicada en 1873. Son seis conciertos que constituyen una serie poco uniforme en cuanto a su estilo y a su instrumentación, ya que fueron elegidos por Bach entre algunos de los que ya tenía compuestos para ofrecérselos a Christian Ludwig, margrave de Brandenburgo (uno de los principados del Sacro Imperio Germánico). Su larga dedicatoria es un claro ejemplo de la situación de los músicos ante los poderes civiles y religiosos de la época. Fechada el 21 de marzo de 1721 y escrita en francés, aclara que se trata de un encargo: “Habéis tenido a bien hacerme el honor de mandarme que os enviase algunas piezas compuestas por mí”, y le ofrece “los presentes conciertos, que he acomodado para diversos instrumentos”. En la dedicatoria se repiten palabras como “humildad”, “órdenes”, “respeto”, “servidor”. Los conciertos no despertaron el entusiasmo del margrave, ya que no se interpretaron y quedaron archivados en la biblioteca de palacio.
El tercer concierto es quizá el más popular de toda la serie. Escrito para tres violines, tres violas y tres violonchelos (más el bajo continuo) mantiene la influencia italiana del segundo, aunque Bach prescinde en esta ocasión de los instrumentos de viento para dar todo el protagonismo a las cuerdas.
El Allegro es un movimiento dinámico, con aire dramático y estructura de aria da capo, que se construye a partir de unas células rítmicas mínimas que son la base de los distintos temas melódicos, trabajados contrapuntísticamente, ya que los distintos grupos de instrumentos establecen un diálogo y se unen en un tutti. Una reelaboración del movimiento sirvió como sinfonía de la cantata BWV 174.
El Adagio consta únicamente de dos acordes enigmáticos, uno inicial y otro final, que forman una semicadencia frigia y enlazan los movimientos rápidos. Es probable que se escribieran como final de una cadenza y que Bach dejara este espacio libre para la improvisación del intérprete, el primer violín o el clavecinista encargado del bajo continuo. En algunas interpretaciones se suprime este movimiento.
En el Allegro final la danza parece adueñarse de la partitura, casi como si se tratara de un tiempo de suite. Es el único movimiento de concierto de Bach que utilizar una forma binaria de danza en dos secciones, conforme al estilo de la giga.
Wolfgang Amadeus Mozart: Concierto para violín y orquesta nº3, en Sol mayor, K.216
Frente a sus veintisiete conciertos para piano, Mozart solamente compuso cinco para violín, y todos en 1775 y en Salzburgo, donde, después de sus celebradas giras y estrenos por diversas ciudades europeas, comenzaba ya a sentirse “esclavizado” por la autoritaria personalidad del arzobispo Hyeronimus Colloredo, para el que no era sino uno más de sus sirvientes, aunque apreciara sus dotes musicales. Tras varios incidentes (la abundante correspondencia mozartiana permite reconstruir los acontecimientos tanto musicales como personales), el 9 mayo de 1781 Mozart tuvo una fuerte discusión con el arzobispo, presentó su dimisión (“Hoy comienza mi felicidad” escribió esa misma tarde) y se trasladó a Viena, donde, no sin dificultades, emprendió una carrera como músico independiente. Para Norbert Elias, era, “en las circunstancias sociales de la época, una decisión extraordinariamente inusual para un músico de su categoría”.
Los cinco conciertos para violín fueron compuestos entre abril y diciembre, muy influidos por el estilo melódico de la escuela italiana pero con algunas características propiamente mozartianas. Su carácter superficial los hace menos atractivos que los de piano, pero suponen un buen exponente de la belleza y elegancia del estilo galante.
El tercer concierto, conocido como “Estrasburgo” y escrito en septiembre, es ya maduro y profundo. Alfred Einstein se pregunta: “¿qué pasó en los tres meses que separan el Segundo del Tercero? No lo sabemos. De repente hay una nueva profundidad y riqueza en el lenguaje de Mozart. En lugar de un andante hay un adagio que parece haber caído directamente del cielo”.
El Allegro inicial presenta un brillante tema principal y se acoge a la forma sonata, con un diálogo animado entre violín y orquesta. Su primer tema está tomado de un aria de su ópera Il re pastore. El desarrollo de sus dos temas principales es notable por la emoción que le otorgan las tonalidades menores.
El Adagio está considerado como una de las más bellas inspiraciones mozartianas. La orquesta comienza con el hermoso tema principal imitado por el violín. Sigue un desarrollo con modulaciones menores, de gran poder expresivo acentuado por el ritmo obsesivo del acompañamiento Mozart reemplaza los dos oboes de los movimientos extremos por dos flautas. Cadieu señala que este adagio es “un largo canto melódico de carácter trágico”.
El Rondeau: allegro presenta un carácter festivo, con una danza alegre en la que se interpolan una elegante gavota y una sección folklórica basada en una melodía alsaciana. La delicadeza de la instrumentación y la variedad melódica subrayan la originalidad del movimiento, que no finaliza con un tutti orquestal sino con la intervención de los vientos.
Dmitri Shostakóvich: Sinfonía de cámara, en Do menor, Op.110ª
Tampoco Shostakóvich estuvo libre de las presiones del poder (y de uno tan cruel, aplastante y arbitrario como el de Stalin) y su clara ambivalencia ha sido analizada muchas veces, tanto desde el punto de vista personal como del musical. En un esquema quizá demasiado simple, se nos presenta en las sinfonías (con toda su carga de sarcasmo) como compositor oficial y es en su música de cámara donde vuelca su intimidad, y así sus quince cuartetos se pueden escuchar como reflejo de las diferentes etapas de su biografía.
Uno de los más intensos, el número 8, fue orquestado por su amigo Rudolf Barshai (a quien se debe una integral de sus sinfonías). Con la completa aprobación del compositor, orquestó también los cuartetos 1, 3, 4 y 10, dando así origen a un ciclo de “sinfonías de cámara”.
Shostakóvich escribió el cuarteto en tres días del mes de julio de 1960, durante una visita a Dresde, devastada por los bombardeos británicos y americanos. Los soviéticos lo habían enviado a la República Democrática Alemana para que pusiera música a la película Cinco días, cinco noches. Impactado por la destrucción, lo dedicó “A la memoria de las víctimas de la guerra y del fascismo”. Pero la presencia en todos los movimientos de las notas DSCH (re-mi bemol-do-si), que funcionan como un autorretrato musical, le otorga una carácter confesional y lo relaciona con circunstancias personales dolorosas. Por esas fechas confesó a sus amigos más cercanos que había pensado en suicidarse. Su hijo Maxim cuenta que su padre lloró cuando ese mismo año fue obligado a afiliarse al partido comunista, y vivió ese mandato como una derrota en su lucha contra el régimen. El cuarteto se interpretó en su funeral, en 1975.
La obra se divide en cinco movimientos que se interpretan sin interrupción.
El primero, Largo, comienza presentando el famoso tema DSCH y continúa con una cita en modo muy lento del principio de su primera sinfonía, a la que sigue otra de la quinta. Los temas parcialmente son recapitulados en orden inverso, enlazando sin pausa con la parte siguiente.
El segundo movimiento, Allegro molto, es una abreviada forma sonata. El violento tema inicial se combina con las notas DSCH. El segundo tema es una “danza de la muerte” que proviene de su Trío para piano nº 2 y se trata de una melodía de origen judío. Se escucha nuevamente el tema DSCH.
El tercer movimiento, Allegretto, empieza con el tema DSCH en los violines, seguido por un siniestro vals, también de origen judío. El segundo tema es otro grotesco vals. El ritmo cambia de ternario a binario y aparece una referencia a su primer Concierto para violoncelo. El material es recapitulado sin el tema del concierto, que es sustituido por una amplia frase de los violines.
El cuarto movimiento, Largo, comienza con salvajes acordes (las bombas que cayeron sobre Dresde, según el compositor). Luego aparece el tema del Concierto para violoncelo, seguido por la canción fúnebre “Atormentado por una lastimosa cautividad”. El tercer tema pertenece a su ópera Lady Macbeth. El tema del Concierto para violoncelo se escucha nuevamente en una corta recapitulación, junto con los violentos acordes y el repetido tema DSCH.
El último movimiento, Largo, consiste en una fuga lenta, que toma el tema DSCH del principio de la sinfonía, bajo la forma de una profunda reflexión con momentos de amargura, que desembocan en un desolador final, sin que aparezcan señales de redención ni de esperanza. La música termina apagándose lentamente.
Juan Lamillar