NOELIA LOBATO | Ariel
JOAQUÍN RODRIGO | Concierto de Aranjuez
SERGUÉI PROKÓFIEV | Romeo y Julieta: Suites (Selección)
Guitarra | José María Gallardo del Rey
Director: Karel Mark Chichon
Notas al programa
Hay obras tocadas por la gracia cuyo solo anuncio promueve una gozosa disposición del espíritu. Pocas partituras existen tan amadas por el público español como los jardines y palacios musicales de Joaquín Rodrigo. Hoy el Maestranza se asienta a las orillas del Tajo y la guitarra regia de Gallardo del Rey y la Real Sinfónica conciertan un Real Sitio sonoro. A esta fiesta galante preceden y cierran dos arcos de triunfo shakesperianos: “Ariel”, de la sevillana Noelia Lobato, sobre el genio de aire y fuego que sirve al mago Próspero en “La Tempestad” y las suites sobre el ballet “Romeo y Julieta” de Prokófiev, plenas de lirismo y heroicidad.
Hoy el tema es el amor. Ningún director más apropiado para este encuentro de la esencia musical española y la dramaturgia inglesa con acento ruso que Karel Mark Chichón. Nacido y formado musicalmente en Londres, pero criado en Gibraltar, tiene, por andaluz, ese no sé qué que se precisa, más allá de los pentagramas, para dirigir la obra maestra de Joaquín Rodrigo, en la que late el pulso de lo jondo.
Ariel, el espíritu del aire
Noelia Lobato ha encontrado en “La Tempestad” de Shakespeare un imaginario creativo donde confluyen “la magia, la ensoñación, el animalismo o la capacidad transformadora de la música”. En 2021 la ROSS estrenó “Miranda”, basada en el único personaje femenino de la obra teatral, la hija del mago “Próspero”, quien, con sus poderes, gobierna una isla encantada y al que sirven Ariel, el espíritu del aire, y el monstruoso Calibán.
“Ariel”, su primera indagación en la obra shakesperiana, es un encargo de la Orquesta Sinfónica de la Radio de Saarbrücken, estrenada en 2015 bajo la dirección de Karel Mark Chichón, gran entusiasta de la pieza que también ha interpretado con la orquesta Filarmónica de Gran Canaria. Se trata de una composición hipnótica, fruto de un estudio minucioso que la autora ha expuesto en su libro” Los orígenes de Ariel”.
Mediante la creación de una atmósfera onírica, sugerida por la riqueza velada de los timbres y el uso de un lenguaje musical contemporáneo, Noelia Lobato nos propone una experiencia sensorial y emocional subyugante para convocar a este genio del aire, que, como a Próspero, nos dirá: “vengo a cumplir tu deseo, ya sea volar, nadar, lanzarme al fuego o cabalgar sobre las nubes ondulantes”.
Concierto de Aranjuez
Como sucede con las obras más interpretadas de Bach, Mozart o Beethoven, la palabra se hace insuficiente para explicar una obra como “El Concierto de Aranjuez”. Compuesta en París en 1939 y estrenada en Barcelona, en 1940, por el gran guitarrista burgalés Regino Sáenz de la Maza (1896-1981), dedicatario de la obra, quien había rogado al maestro Rodrigo (1901-1999) (“es la ilusión de mi vida”) la composición de un concierto para guitarra y orquesta, forma apenas desarrollada en el romanticismo por las dificultades de contraponer el timbre del instrumento a la potencia sinfónica y que Joaquín Rodrigo resolvió de forma novedosa, como señaló el compositor Xavier Montsalvatge, en la primera reseña aparecida tras su estreno:
“...La novedad no estriba solamente en el diálogo, hasta ahora inédito, de la vihuela con la orquesta, sino en algo más. Las fórmulas de escritura guitarrística -según nos dice Regino- son también técnicamente inauditas, como inaudita podemos considerar la belleza, la construcción y los procedimientos musicales de esta pequeña joya”.
El resto es leyenda. Tras el estreno casi milagroso en una España herida de muerte por la guerra la obra se convirtió rápidamente en la más interpretada del repertorio clásico español y a día de hoy sigue siendo la partitura que más ingresos genera por autor, con sus más de cincuenta versiones (de todo tipo, eso sí) registradas. Obras posteriores para guitarra y orquesta, como el concierto de Héitor Villa-Lobo, beben de esta fuente primigenia, que ensalzó la guitarra española a nivel mundial.
El sevillano José María Gallardo del Rey es en nuestros días el intérprete de referencia del “Concierto de Aranjuez”. A su formación clásica -de muy niño llegó a recibir clases magistrales de Regino Sainz de la Maza lo que concede a su interpretación del Concierto cierta continuidad apostólica-, une su vocación flamenca con la que extrae irisaciones jondas de la partitura, previstas por Rodrigo, que tuvo en el cante y el toque de los gitanos -el primer movimiento es un compás de bulería y en el segundo tiemblan tientos y tangos- un motivo de inspiración. Fue precisamente Gallardo del Rey quien asesoró a Paco de Lucía hasta en el último detalle para su personal y celebrada interpretación.
En 2016 Gallardo del Rey y la ROSS estrenaron en este teatro la obra “Diamantes para Aranjuez” escrita por nuestro solista para celebrar el 75 aniversario de una pieza que en sus manos adquiere muchos quilates y brillos nuevos en cada interpretación.
La obra consta de tres movimientos: Allegro con spirito, Adagio y Allegro gentile. En el primero, un ritmo de bulería o de guajira, según un apunte de Rodrigo, nos transporta, con su aire bolero y goyesco, al universo de los majos y chisperos, a los juegos de la gallinita ciega y el pelele, con el fondo del Palacio Real.
Sobre el segundo movimiento, todo él una intensa elegía amorosa multiplicada en infinitas baladas románticas, se ha popularizado una revisión emocional apuntada por el propio compositor: en los pulsos iniciales de la guitarra latiría el corazón del niño que habían perdido él y su mujer, la pianista turca Victoria Kamhi (1902-1997) y la dialéctica e intensidad de los motivos contrapuestos serían una forma de increpación cósmica a Dios y una final aceptación de su destino. Aranjuez había sido el lugar de su luna de miel y Joaquín Rodrigo, tan poeta como músico, logró reflejar aquí, a pesar del dolor, “la fragancia de magnolias, el canto de los pájaros y el chorro de las fuentes” de los jardines de Aranjuez. Nunca la ceguera había sido más luminosa.
El movimiento final tiene un aire cortesano de fiesta galante y juegos de agua, como si los músicos de la corte de Fernando VI, tocados con casacas doradas y pelucas, aparecieran ante nosotros en una dorada falúa sobre los estanques del Real Sitio, tras un golpe de palmas de Farinelli.
Romeo y Julieta
Y con Serguéi Prokófiev (1891-1953) volvemos a Shakespeare sin abandonar la pasión amorosa, que en la tragedia de los amantes de Verona adquiere los tintes más trágicos y elevados. Nacido en Sóntsovka, en la región ucraniana de Donetsk, epicentro hoy de la guerra, Prokófiev es uno de los pilares donde se asienta la música del siglo XX, tanto como explorador de nuevos lenguajes como por su carácter neoclásico, en la línea de Stravinsky y Shostakovich.
El ballet “Romeo y Julieta” es, justamente, una de sus obras más clásicas y más aplaudidas por el público. Compuesta en 1935 no se estrenó en la URSS hasta 1940, muy probablemente por el pavor que la condena de Stalin a la “Lady Macbeth de Mtsensk” de Shostakovich había instilado en los compositores modernistas.
“La danza de los caballeros”, con su potencia épica y su fuerza expresiva de incomparable energía soviética, es el movimiento más festejado de una partitura caracterizada por su intensa belleza melódica y lirismo absoluto, como en el tema que dibuja a Julieta o la escena del balcón.
José María Jurado García-Posada